miércoles, 1 de enero de 2020

La tentación de no existir.

Termino el año leyendo "Días sin hambre" (2001), de la misma autora que ya me había cautivado con su novela autobiográfica "Nada se opone a la noche", donde Delphine de Vigan se enfrenta a sus fantasmas después de que su madre se suicidara.

Aunque "Días sin hambre" es su primera novela, tengo la oportunidad de leerla ahora porque, como viene siendo tradición en los últimos años por navidades, mi hermano y yo solemos intercambiarnos los libros que más nos hayan gustado de los que hayamos leído ese año. Y esta vez, con gran fortuna, me ha caído éste. 

Delphine de Vigan es una gran narradora y lo lleva demostrando en cada uno de sus libros. Cada uno de ellos supone un gran impacto emocional para quien lo lee, pero sobretodo para la autora al revelarnos parte de sus vivencias y emociones. Un tipo de escritura donde la implicación emocional es lo más importante, pues demuestra una gran valentía al exponernos su historia y el padecimiento que sufrió con un trastorno alimentario tan grave como es la anorexia. Vigan lo define así a través de Laure, su protagonista:


"Se hacía más fuerte que el hambre, más fuerte que la necesidad. Cuanto más adelgazaba, más buscaba esa sensación para dominarla mejor. Solo a costa de eso lograba sentir una forma de alivio, de desahogo. Pero cada vez tenía que pasar un poco más de hambre para recobrar esa sensación de poder, en una cadena que le constaba que era de toxicomana, eliminar gradualmente, seguir reduciendo el número de calorías ingeridas."

Con 19 años, llegó a pesar 37 kilos, y sólo al sentir la muerte cerca fue cuando se dejó ayudar. "Estaba vacía, totalmente vacía… La muerte latía en su vientre, podía tocarla."

Es entonces cuando decide ingresar en el hospital y empieza su propia batalla interior contra el monstruo de la anorexia. Una batalla que es en realidad contra sí misma, y de la que consigue salir airosa.

De Vighan sigue ahondando en lo emocional y encuentra las razones a su abandono, a esas ganas de extinguirse, a su conducta destructiva:  "Cuando Laure era niña, su madre quería morirse." Por su novela "Nada se opone a la noche" sabemos que su madre padecía trastorno bipolar y que fue ingresada durante un tiempo en un sanatorio. Delphine y su hermana pasaron a vivir  con su padre y su madrasta, por quienes fueron maltratadas psicológicamente y evoca momentos de ese maltrato durante las comidas, por lo que se pueden entrever las razones genéticas y ambientales que la han llevado hasta allí.

"Días sin hambre" es un libro tan brutal como necesario. Y hacen falta más libros como éste, que reflejen mejor que cualquier manual el padecimiento de los trastornos mentales que afecta miles de personas y que se intenta esconder por vergüenza, por miedo al rechazo, o porque sigue siendo un tema tabú del que parece mejor pasar de largo. Y nada más lejos de la realidad.

Gracias Delphine, por tu valentía.

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