viernes, 10 de enero de 2020

Cuando nos perdemos a nosotros mismos todo lugar es infierno.

Recuerdo la locura de esos años: viviendo
con ignorante soberbia al límite de todo,
como si el futuro no fuera 
a atraparme nunca con sus garfios,
explorando espacios de un infierno inexorable, 
al borde siempre de mí misma. 

Han pasado los años y he crecido, 
algo rota y un poco triste, con pocos amigos 
y sin nada más que sueños en los bolsillos, 
y al final me he dado cuenta: que el futuro me ha arañado 
y que por dentro solo quedan 
estas viejas ruinas del pasado. 

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El abrazo de Montjuïc