lunes, 3 de febrero de 2020

Locura e incendio.

Tanto la poesía como la escritura de Leopoldo María Panero (1948-2014) siempre fue de denuncia. Pero no solo de denuncia política o social, sino también de denuncia de la condición humana. Panero puso en cuestión todos los dogmas, haciendo apología del herejismo como respuesta al moralismo de la religión cristiana ganándose con ello el desprecio de muchos. 

Encarcelado por sus ideas de izquierda radical durante el franquismo, en la cárcel desarrollaría un trastorno esquizofrénico que le haría terminar en un psiquiátrico donde reflexionaría y cuestionaría a los psiquiatras y a la propia locura en sí. Aviso a los civilizados, es un ensayo donde encontramos estas reflexiones: "la terapia psiquiátrica sí tiene un efecto,en el mejor de los casos, y éste es la escisión permanente de la conciencia, entre un campo que, todo lo más, el enfermo no puede reprimir, llega a tolerar, y otro que es la mera conciencia abstracta, una personalidad abstracta y débil forjada por las manipulaciones del psiquiatra." (...) "La locura es una estetización de una realidad adversa, y no solo no carece de sentido sino que su función, por ejemplo en la paranoia, es dar sentido a lo que no tiene." Para Panero, igual que para Foucault, tanto la psiquiatría como la catalogación de la locura tan solo son un instrumento de opresión para una minoría de individuos a los que se les margina, se les priva de una identidad propia y se les aparta de lo considerado "normal", es decir, sirven como reafirmación de esa "normalidad." Porque para que exista lo normal ha de existir aquello que no lo es, y viceversa.

Este texto constituyó la conferencia que Panero leyó en noviembre de 1980 en la Galería Buades de Madrid y que llevaba por título "Presentación del superhombre" pero que por sugerencia del compilador se cambió por el título que da nombre al libro y que tiene añadidos algunos textos que fueron difíciles de recuperar, pues estuvieron apunto de arder en los distintos incendios domésticos que se ocasionaban cada vez que el autor abandonaba los diferentes apartamentos donde se hospedaba y que despedía con un rastro de humo a sus espaldas.

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